Navdanya International, el 18 de diciembre de 2017

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El ejército de los Estados Unidos y diferentes empresas y fundaciones invierten cientos de millones de dólares en impulsores genéticos, una tecnología altamente controvertida destinada a la extinción genética.

Esto es lo que emerge en «los archivos de los impulsores genéticos» (The Gene Drives Files), un conjunto de más de 1200 correos electrónicos, obtenidos por investigadores de la sociedad civil mediante solicitudes formales que apelan a la Ley por la Libertad de la Información. Los correos electrónicos documentan cómo la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA en inglés) aparece siendo el principal financiador en tecnología de impulsores genéticos, ya que se ha demostrado el aporte imponente de unos 100 millones de dólares ya invertidos para acelerar la investigación. La Fundación Bill y Melinda Gates está también muy implicada en el desarrollo de la tecnología con un pago de 1,6 millones a la empresa de relaciones públicas «Emerging Ad» destinado a influenciar los debates sobre este tema en el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) de la ONU (ver el reciente artículo de Jonathan Latham en Independent Science News), y a revocar un llamamiento emitido por un gran número de ONG de la sociedad civil, incluyendo científicos e instituciones académicas, para que el CDB imponga una moratoria internacional con el fin de respetar el principio de precaución. Los correos electrónicos sacan a la luz cómo el proceso regulador, originalmente hecho para proteger el medioambiente y la integridad genética de las especies sobre nuestro planeta, está profundamente influenciado por intereses escondidos de los partidarios de la tecnología estratégicamente reclutada por la Fundación Gates.

Una vez más, constatamos que decisiones de gran alcance respecto al futuro de nuestros ecosistemas están siendo tomadas sin transparencia y mediante prácticas sigilosas e inmorales. Los impulsores genéticos tienen la capacidad de transformar dramáticamente nuestro mundo natural y la relación que la humanidad tiene con este, erradicando especies enteras, dañando de manera irreversible la biodiversidad que sostiene la vida del planeta y alterando el equilibrio genético del ecosistema. Pero otra vez vemos que las consideraciones éticas y las consecuencias ecológicas son de poca importancia para aquellos que sacan un enorme beneficio del desarrollo de tal tecnología, haciéndolo militarmente, como un instrumento de guerra encubierto, o materialmente en la agroindustria y el sector farmacéutico, mundos donde reina el poder y el lucro.

Un reciente artículo del New York Times reporta que el Dr. Kevin M. Esvelt, quien figura entre los promotores de Crispr technology en la Universidad de Harvard, ha descubierto recientemente «un riesgo inaceptable» ya que «los genes alterados podrían expandirse a lugares donde las especies no son para nada invasivas, pero una parte totalmente integrada del ecosistema».

La misma actitud, que llevó a la acumulación de químicos de guerra en nuestros campos con la Revolución Verde, ha resultado más adelante en lo que conocemos hoy, los fallidos cultivos de soja y maíz genéticamente modificados para resistir a los herbicidas tales como el RoundUp Ready (RR) de Monsanto. Pero las misma malezas que la tecnología de los cultivos genéticamente modificados resistentes a los herbicidas supuestamente tenía que controlar han desarrollado una resistencia a la extensión de esos herbicidas y hoy en día aproximadamente el 92% del algodón y de la soja RR en los estados del sureste de EEUU están infestados por supermalezas como el Amaranthus Palmeri. Mientras tanto el aumento considerable del uso de esos químicos en los campos ha desembocado en una mayor contaminación de nuestros suelos y del medioambiente. Monsanto & Co. ─que incluye inversores, científicos, corporaciones, la DARPA y la Fundación Gates─ siguen empecinadamente contando con ese enfoque erróneo de «solución tecnológica», ahora con los impulsores genéticos, para resolver los fallos que han creado ellos mismos, otra herramienta para seguir en el camino del beneficio desenfrenado y del control.

Este enfoque simplista conlleva el riesgo de provocar la extinción completa de toda la población genética del Amaranthus. La Academia Nacional de La Ciencia de Estados Unidos, en su informe titulado «Los impulsores genéticos en el horizonte: ciencia avanzada, navegando la incertidumbre, y alineando la investigación sobre los valores públicos» (Gene Drives on the Horizon : Advancing Science, Navigating Uncertainty, and Aligning Research with Public Values), patrocinado en nombre de la misma DARPA y de la Fundación Bill y Melinda Gates, indica él mismo el riesgo: «Los impulsores genéticos desarrollados por cuestiones agrícolas presentan también efectos adversos sobre el bien estar humano. La transferencia de un impulsor de supresión a una especie salvaje a la cual no está destinado podría tener ambos resultados medioambientales adversos y efectos dañinos sobre los cultivos vegetales. Por ejemplo el Amaranthus Palmeri en el caso de estudio número 6 es una maleza dañina en los Estados Unidos, pero especies parientes del Amaranthus son cultivadas  como alimento en México, Sudamérica, la India y China.» Con lo cual nuestra seguridad y nuestra salud son una vez más conscientemente puestas en peligro a través de la misma actitud tecnológica ciega que llevó la Revolución Verde al fracaso.

Está claro que el valor del Amaranthus como cultivo ancestral de un alimento vital, nutricional y sagrado en muchas zonas y culturas del mundo no es considerada relevante por «las mentes militarizadas» de científicos resueltos que solamente ven soluciones a sus problemas mediante el acto de matar (ver Biodiversidad, OGM, Impulsores Genéticos y la Mente Militarizada – Biodiversity, GMOs, Gene Drives and the Militarised Mind -, de la Dra. Vandana Shiva, Julio 2016) y que desde su estrecha perspectiva eligen ignorar las consecuencias potenciales sobre la seguridad y la salud.

Bajo la apariencia de hacer el bien a la humanidad, la Fundación Bill y Melinda Gates continúa socavando el debate científico referente a los peligros de la manipulación genética. A través de una seudo «ciencia» tendenciosa, disfrazando relaciones públicas como ciencia y apuntando directamente a aquellos que toman decisiones, incrementan directamente su influencia y presionan los gobiernos y las instituciones. Hemos visto patrones similares en el debate acerca de la valoración del riesgo de glifosato, el cual llevó la semana pasada a una renovación por 5 años de la licencia de Estados Unidos, a pesar del problema del vacío legal, de los conflictos de intereses, de la interferencia corporativa y de la presión sobre los organismos reguladores descritos en los «Monsanto Papers».

El fracaso del modelo de la agricultura industrial que nos ha traído venenos, herbicidas, cultivos RoundUp Ready y supermalezas, está aportándonos ahora los impulsores genéticos. La tecnología de los impulsores genéticos es una peligrosa herramienta, basada en un mecanismo obsoleto y un paradigma y una visión de la ciencia reduccionista, que ignora y niega el potencial evolutivo y de autoorganización de los organismos como su evolución compleja y dinámica. Estamos definitivamente atravesando malos tiempos ya que la filantropía abarca una perspectiva de vista tan corta, poniendo en peligro conscientemente nuestra salud y nuestro medioambiente. Para citar la Dra. Vandana Shiva: «Él que usa las relacione publicas disfrazado de ciencia, llevando las especie a la extinción, y que le roba a la gente su alimento, aquél no está practicando la filantropía, sino el ecocidio».


Translation kindly provided by Céline Art idiomart.translation@gmail.com

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