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Los medios de comunicación italianos están siguiendo de cerca la visita del presidente canadiense Justin Trudeau en Italia. Hemos visto hasta ahora a Trudeau en Taormina, Amatrice, en una conferencia sobre temas de migración e incluso en el Estadio Olímpico con una camiseta Totti. Pero la visita del Presidente de Canadá también es importante por otras razones: la votación del 15 de febrero por parte de la Comisión Europea a favor del CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement entre Europa y Canadá- Acuerdo Económico y Comercial Exhaustivo entre Europa y Canadá). La ratificación final por los Estados miembros de la UE aún está pendiente. Por esta razón se impulsó la campaña “Stop TTIP Italia” para protestar contra este acuerdo definido como “tóxico”. Pero, ¿qué tiene que ver el TTIP con la CETA y por qué se consideran tóxicos estos acuerdos comerciales? Su formato a través de negociaciones secretas, el CETA va a afectar no sólo avlas barreras arancelarias, sino también a las barreras no arancelarias, es decir, todas las regulaciones ambientales, sociales y normativas alimentarias que distinguen al mercado europeo del mercado de ultramar. La aprobación de estos tratados significaría arriesgar el desencadenamiento de una “armonización a la baja” de las normas, poniendo en tela de juicio las elevadas normas europeas de protección del medio ambiente y de la sanidad animal, salud pública, seguridad alimentaria e información al consumidor. Además, el CETA abriría la puerta a unas 42 mil afiliadas canadienses a empresas americanas, las cuales de esta manera ya no necesitarían el TTIP desechado por ahora por Trump.

Vamos a centrarnos en la cuestión de los alimentos, uno de los más importantes para un país como Italia. Estos acuerdos de libre comercio están fuertemente respaldados por las corporaciones, cuyo principal objetivo es vender al mundo su sistema industrial de agricultura, basado en OGMs, monocultivos intensivos así como en el iconsiderable uso de herbicidas y pesticidas. A través de todo el mundo, los movimientos de la sociedad civil se están movilizando contra el uso de agrotóxicos promovido por el Cartel del Veneno corporativo (Bayer CropScience, Monsanto, Basf, Syngenta, ChemChina, Dow AgroSciences y DuPont), el cual está haciendo enormes beneficios en detrimento de los ciudadanos y a costa de los estados nacionales.

El reciente informe “El Veneno está Servido“, elaborado por Navdanya International y A Sud, analiza los riesgos reales relacionados con el uso de pesticidas en la agricultura y expone la intensa presión de los lobbys del sector agroquímico sobre los gobiernos y las instituciones para mantener los productos con base en glifosato en el mercado, a pesar de su toxicidad potencial y los riesgos asociados para la salud de los ciudadanos y el medio ambiente. También se describen las debilidades del sistema general de regulación que debería proteger a los ciudadanos y consumidores de los voraces apetitos de las corporaciones. Además, el informe muestra cómo es posible un sistema alimentario sostenible, justo y saludable en lugar de un sistema industrial injusto, insostenible y tóxico. Este punto de vista es también reivindicado en el reciente Informe del Relator Especial para el Derecho a la Alimentación de la ONU, Hilal Elver, quien desmiente el mito de que los pesticidas son necesarios para alimentar al mundo, así como denuncia los peligros de la exposición prolongada a agrotóxicos por parte de trabajadores y consumidores.

Es en este contexto donde se debe enmarcar la importancia del papel de Canadá. La atención de la opinión pública italiana sobre el uso de agrotóxicos en la agricultura está creciendo, también debido a las recientes protestas en torno a la enorme cantidad de trigo canadiense importado en el país, el cual es ampliamente utilizado por los fabricantes italianos de pasta debido a su bajo precio y alto contenido en proteína.

El cultivo de trigo en Canadá requiere el uso de una cantidad masiva de herbicidas basados en glifosato, que también se usan para secar el trigo antes de la cosecha, ya que las temperaturas locales no permiten el secado natural. Como resultado, tenemos más proteínas en nuestro plato pero también más veneno. La importación de trigo canadiense también afectará a las pequeñas y medianas empresas y a los pequeños productores. Tal y como señala el informe, la superficie de trigo cultivada en Italia se ha reducido en un 30% en los últimos 15 años. En abril de 2017, la Agencia Canadiense de Inspección de Alimentos publicó los datos de contaminación por glifosato en los alimentos. Se han detectado trazas del herbicida en las verduras frescas (7,3%) así como en alimentos elaborados (12,1%). Lo alarmante es la presencia de glifosato en el 36,6% de las muestras de trigo analizadas, de las cuales el 3,9% supera el límite máximo de 5 ppm permitido en Canadá. Desde esta perspectiva, las instituciones pertinentes italianas deberían asumir un papel más consciente a la hora de defender la salud de los ciudadanos, las pequeñas y medianas empresas agrícolas, así como su patrimonio cultural y excelencia alimentaria en productos como la pizza, la pasta y el pan, que están ya siendo afectados por el glifosato contenido en el trigo canadiense.

De acuerdo con algunas recientes revelaciones compartidas en los últimos días, la Comisión Europea probablemente concederá 10 años más de autorización para el uso del glifosato, un ataque severo contra los ciudadanos europeos, que han expresado sus preocupaciones a través de la Iniciativa de los Ciudadanos Europeos para prohibir el glifosato, la cual en pocos meses ha recogido más de 800.000 firmas y pretende llegar a un millón de las mismas a finales de junio. En la misma línea en Italia se creó la coalición “Stop Glifosato”, que cuenta con 32 grupos ecologistas italianos.

Como subraya el informe, si somos capaces de mirar más allá de los mitos y la propaganda corporativos, entenderemos que hay suficiente conocimiento, ciencia y ejemplos reales sobre sistemas alimentarios sostenibles y ecológicos, para declarar que no necesitamos ningún producto agrotóxico para cultivar nuestros alimentos. Es esencial exponer la falta de regulación de plaguicidas en el derecho internacional. Es nuestro deber hacer oír nuestra voz por las autoridades responsables, para que empiecen a protegernos más de los resultados de la influencia de las corporaciones agroquímicas, tanto a nivel científico como institucional. ¿Por cuánto tiempo más será capaz la gente de soportar un sistema que sigue haciendo cada vez más ricas a unas pocas entidades privadas e institucionales, al tiempo que causa daños irreversibles a su salud y medio ambiente?

Ruchi Shroff – Navdanya International


Translation kindly provided by Clara Soria González

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